No es la primera vez que lo hace. Más: es un clásico. La presidenta Cristina Fernández volvió a aprovechar hoy un anuncio en materia de infraestructura para realizar un severo llamado a los trabajadores del sector en cuestión, en este caso los ferroviarios, a los que les dirigió el pedido de que “transporten con seguridad y todos los días al resto de los argentinos que se levantan para trabajar y estudiar”, es decir que no paren ni un sólo día y que conduzcan los coches en forma distinta a la que lo hizo el motorman de la tragedia de Once, que dejó más de 50 muertos.
El oficialismo, tanto en la voz de los ex secretarios de Transporte cuyas gestiones están involucradas en la causa por el accidente, Ricardo Jaime y Rolando Schiavi, como el actual ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, coinciden en atribuirle al chofer una parte considerable, sino toda, de la responsabilidad en la masacre de esa estación ferroviaria de la Ciudad de Buenos Aires, donde un tren se estrelló contra el anden y ocasionó la mayor tragedia ferroviaria de la historia argentina. Esto incluso luego de que a tres meses después del accidente el Gobierno le quitó la concesión del ramal a Trenes de Buenos Aires (TBA), la empresa de los hermanos Cirigliano, investigada en la Justicia por los cuantiosos subsidios que recibió para realizar su gestión al frente de las líneas. Estos “hechos” no se tradujeron, sin embargo, en un ninguna admonición pública contra estos sempiternos contratistas del Estado, lo que según la oposición hubiera sido, claro, una autoinculpación.
Cristina, durante un acto transmitido en cadena nacional desde Resistencia, Chaco, recordó que se están poniendo en marcha trenes “nuevos, seguros y mejores‘ en el país, y que próximamente los chaqueños también accederán a la renovación del servicio ferroviario. En ese contexto la primera mandataria lanzó su reconvención contra los paros de los ferroviarios, quienes como tales integran el colectivo mayor de los “gremios del transporte”, protagonistas clave de la última huelga general que soportó el Gobierno, con el reclamo por el impuesto a las Ganancias en el centro.
Lo mismo había hecho años atrás la jefa del Estado al anunciar inversiones en materia petrolera en la zona patagónica, cuando lanzó su famoso y controvertido “los mato” si hacen un paro.
Sus intervenciones en cada apertura de sesiones legislativas en el Congreso siempre tienen, además, algunos párrafos de advertencia sobre huelgas, en otras cosas porque la fecha del inicio de las sesiones ordinarias suele coincidir con el comienzo de las negociaciones paritarias de algunos gremios, en particular los docentes, que no pocos dolores de cabeza le han traído al Ejecutivo nacional pero también a varios de los mandatarios provinciales afines a la Casa Rosada, como el bonaerense Daniel Scioli.
A los sindicalistas de todo pelaje y color no les caen bien estos señalamientos. Consideran que la palabra presidencial, en tono antihuelga, puede operar como una contraseña para el sector patronal al que enfrentan, inclinando la balanza en las ásperas discusiones que sostienen con las empresas o, eventualmente, con el Estado. Sostienen que, si a eso se le suman los “techos” o “pautas” de aumentos direccionadas a través del Ministerio de Trabajo, y sus conciliaciones obligatorias de fuerte contenido intervencionista, queda reducido a una retórica más propia del “relato” la idea de que el kirchnerismo promueve “paritarias libres”.
Fuente: Cronista.com
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