Por Juan Vitale *
Hace 67 años, el gobierno del presidente Juan Domingo Perón creó la empresa estatal Ferrocarriles Argentinos. Esto significaba un acto de soberanía política enmarcado en el nuevo rol que el Estado venía a cumplir en beneficio de las grandes mayorías. Fueron años de impulso tanto en infraestructura como en la industria ligada al ferrocarril.
Esta decisión estratégica sufrió diversos embates a partir de la Revolución Libertadora del ’55: desde el cierre de Fadel (Fábrica Argentina de Locomotoras) que desarrolló dos tipos de locomotoras nacionales, la Argentina y la Justicialista, hasta el plan de racionalización ideado por el Gral. Larkin en tiempos de Frondizi.
La dictadura cívico-militar del ’76 también aportó al deterioro de nuestros ferrocarriles, pero fue el menemismo el que, a partir de su adhesión al Consenso de Washington, le dio el golpe de gracia; todos recordamos la tristemente célebre frase “ramal que para, ramal que cierra”, que significó la clausura de ramales y estaciones, condenando al aislamiento a poblaciones enteras, que atentó contra las economías regionales y desarticuló gran parte del tejido social generado por el ferrocarril durante décadas.
Hace unos años, varios ferroviarios despedidos en los ’90 por resistir el desguace de nuestra empresa nos organizamos para aportar, desde nuestra experiencia y compromiso inclaudicable, a la recuperación de una empresa que jamás debió ser privatizada. El 31 de marzo de 2014, en un nuevo aniversario de aquella la histórica huelga del año 1991, decíamos que queríamos “sumarnos al de-safío del gobierno nacional por recuperar el ferrocarril” e insistíamos en las premisas de que “éste debe ser federal, estatal y que el transporte automotor, sobre todo en el sistema de cargas, tiene que tener un rol complementario del mismo”.
Descreyeron de las palabras del ministro Florencio Randazzo, quien a pocos días de la estatización del FF.CC. Sarmiento nos dijo que tenía el enorme desafío de mostrar una gestión eficiente y que, sólo así, estaríamos en condiciones de pensar en una gestión estatal que abarcara la totalidad de los servicios. Esto quedó claro en boca de la propia Presidenta, quien remarcó la diferencia en la gestión del servicio entre la Sofse que opera el FF.CC. Sarmiento y los operadores privados, interpelando ese paradigma neoliberal que asegura que sólo el sector privado puede gestionar con eficiencia.
El ministro Randazzo define como “inversión social” cada puesta en valor del sistema ferroviario, y nosotros acompañamos esa definición, porque sabemos el grado de conexión social y movilidad económica que significaron, para el interior de nuestro país, los ferrocarriles.
El jefe de Gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri, sostuvo en un reportaje radial que “lo de los ferrocarriles es inviable”. Le duraron poco las banderas del peronismo al candidato a presidente. Hoy más que nunca, los argentinos estamos frente a dos modelos bien distintos: el que encarna el proyecto nacional y popular conducido por Cristina Kirchner o el que postula a Mauricio Macri, un hijo dilecto de la década de los ’90, con su modelo privatizador.
La Presidenta es una mujer valiente, de eso no caben dudas. La dirección de su gobierno es de firme inclusión, la recuperación de las empresas del Estado son muestra de ello. El 1º de marzo, Cristina Kirchner nos devolvió una vez más la ilusión de tener un país mejor.
* Fraternales por la Recuperación de Ferrocarriles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario