Por Vicky Guazzone
Voces de turistas y locales se mezclan en el inmenso hall de la estación de Retiro. Todos están apurados y tienen un lugar al que llegar en esta mañana de viernes. Pero entre el ajetreo, varias personas hacen un alto y sacan sus teléfonos. Una selfie por aquí, un retrato del inmaculado techo por allá y hasta un pedido a un desconocido para que tome la foto de un grupo de alemanes que posa frente a las boleterías. Todos quieren guardar en su memoria digital un recuerdo de este nuevo Retiro, sin nada que envidiarle a la bella Grand Central Station de Nueva York. O, mejor aún, a la versión original de esta estación, aquella que desde 1915 no lucía tan impecable y luminosa como hoy.
Tradición y futuro. La obra comenzó en diciembre y finalizó su primera parte en mayo. Consistió en una renovación integral, buscando devolverle su esplendor de principio del siglo pasado. Para eso, se pusieron en valor el hall central, los andenes, la fachada y los ingresos, con una inversión total de 650.000.000 millones de pesos y a cargo de la constructora Criba.
“La última remodelación había sido en 2001. Se habían colocado pisos bordó y se había hecho una pequeña lavada de cara. Nosotros quisimos ir a fondo. Y pensamos cómo llevar esta estación, que es un monumento histórico y un lugar emblemático de Buenos Aires, a lo que era cuando se inauguró”, describe Marcelo Orfila, presidente de Trenes Argentinos. Así, se recuperaron por ejemplo los pisos blancos, que si bien no retornaron al granito, sí volvieron a lucir luminosos y con el mismo diseño que antes. También se restauraron las antorchas que iluminan las columnas del hall, los relojes y los números de los andenes, como asimismo el tradicional óvalo de las boleterías, con sus cerámicas originales. Se pusieron en condiciones los ventanales, permitiendo mayor ingreso de luz natural, y se restauró el techo, eliminando las filtraciones que hacían que, literalmente, lloviera adentro. Además, se quitaron todos los carteles que polucionaban la vista y ganaban espacio sobre las paredes y el piso. “Ahora la publicidad sólo se ubica en los tótems”, ilustra Orfila, señalando las estructuras que asimismo difunden el estado de los servicios.
Junto a esta reivindicación de los elementos más tradicionales también llegó la tecnología de este siglo, con nuevas luces LED, un equipo de audio que reconoce la cantidad de gente para subir o bajar el volumen de los anuncios, wifi libre y gratuito y un sistema de cámaras de seguridad. Próximamente, además, se agregarán puestos de carga de celulares. Y como agregado de estilo, en el centro del hall se destaca un reloj colgante que es una réplica exacta del existente en la Waterloo Station de Londres.
Un cambio cultural. Al brindar la visita guiada, el primer lugar que Orfila propone conocer son los baños. “Son mi obsesión, porque es una de las cosas que le da dignidad a la gente”, sostiene. Blanquísimos, impolutos y con un permanente perfume a desinfectante, empezaron sin tener seguridad dentro, pero cuando al cabo de los primeros días desaparecieron unas tazas de inodoro, decidieron instalar personal allí mismo. Y el equipamiento fue reemplazado a las horas, porque la premisa es que todo se mantenga impecable y de verdad pueda sostenerse en el tiempo. Está claro que psicológicamente es más difícil dañar algo impecable que algo que ya está venido a menos, por lo cual la apuesta es mantener siempre esa vara alta.
Los locales y puestos de diarios, en tanto, debieron acomodarse a un cierto estilo, código y manual de operación en pos de respetar la estética e historia de la estación. La cartelería sólo puede ir en los lugares indicados, la basura se saca a horas determinadas y hasta el pasajero debe ser tratado de una cierta forma. “Estamos capacitando a las 1.500 personas que trabajan acá, para que sonrían, digan ‘buen día’, ‘muchas gracias’, ‘¿qué necesita?’ Estamos apostando a un cambio cultural, porque si queremos cambiar la compañía, también hay que cambiar a sus empleados”, apunta Orfila. Entre los locales, resalta el de Starbucks, que mantiene y destaca una chimenea de hierro centenaria, y el de Burger King, ubicado en el espacio del clásico Café Retiro, pleno de boisserie, con vista envidiable a la Torre de los Ingleses y con una monumental araña art deco sobre su barra, en las antípodas de lo que cualquiera esperaría de un local de comida rápida.
Ahora que lo más visible de la obra ha concluido, es tiempo de ocuparse de las bases y la estructura. Los siguientes pasos incluyen cambiar los vidrios de las naves y trabajar sobre los túneles que se encuentran bajo el hall, renovando el sistema eléctrico (“nos encontramos con cables de tela”), la sala de máquinas, la de descanso y los baños, ubicando nuevas bombas de agua y sistemas de incendio, entre otros cambios centrales. La clase de obra que no se ve, pero que sustenta las bases para un cambio completo. Y que permite ilusionarse con emular también a la Argentina de 1915 y su pujanza ferroviaria.
Fuente: http://noticias.perfil.com/2017/06/21/paso-a-paso-de-la-restauracion-a-cero-de-la-estacion-retiro/004_retiro/
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