jueves, 31 de marzo de 2016

Guillermo Dietrich y el costoso camino de bajar los subsidios

La diferenciación de la tarifa es el primer paso para entregar el beneficio a los pasajeros y no a los transportistas
Diego Cabot LA NACION


Nunca es una buena noticia anunciar un aumento, menos aún del transporte. Hay que buscar en los pliegues de la medida para encontrar un poco de luz. Allá lejos se puede ver una intención: empezar a rotar el subsidio de los empresarios a los pasajeros. Dicho de otra manera, dejar de depositar mes a mes dinero en las cuentas corrientes de los dueños de los colectivos para colocarlos en los bolsillos de los pasajeros.

Fue el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich , el encargado de ponerle rostro al aumento de tarifas para trenes, colectivos y subtes de la zona Metropolitana. Fue una sorpresa. Hasta ahora, las subas de tarifas se leían en el Boletín Oficial. Letras de molde, como le gustaba decir a la ex presidenta Cristina Kirchner. Ahora tienen cara de ciclista.
"Allá lejos se puede ver una intención: empezar a rotar el subsidio de los empresarios a los pasajeros"
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Detrás de la suba se esconde el germen de un cambio. Latarifa social es, por lejos, la única noticia buena que hay en el anuncio y que intentará empezar a transitar el camino de las diferencias tarifarias. Siempre estuvo en la cabeza de Dietrich tener varios precios como una manera de reconocer las capacidades de pago. El ministro intentaría llegar en algún momento al extremo del sistema. En ese esquema ideal, el boleto tendría un solo precio y todos pagarían lo mismo. La diferencia está en que el Estado le depositaría en la tarjeta SUBE el dinero suficiente para solventar parte del pasaje a los grupos reconocidos como jubilados, trabajadores de casa de familia o tenedores de planes sociales, por ejemplo. Los que no pertenezcan a estos grupos beneficiados, pagarán el precio total. De esta manera, los empresarios recibirían la tarifa plena, volvería el incentivo para subir pasajeros y para mejorar el servicio. Así, se dejarían de depositar millones en los bolsillos transportistas.

Sin embargo, el Gobierno sabe que este esquema es inalcanzable, al menos por ahora. El manejo inteligente de los datos de la SUBE aún está lejos de concretarse. Además, con una gran porción de la economía en negro, es difícil identificar a los usuarios que necesitan subsidios.

En el camino, se empezó a diferenciar las tarifas. También Dietrich quiere consolidar viajes por tramos como sucede en otras ciudades del mundo. La gente que tiene que tomar dos o tres medios de transporte para llegar a su trabajo, en otras metrópolis, suele pagar un importe de ida y otro de vuelta, independientemente de la cantidad de medios que aborde. Pero acá se topó con al menos dos problemas. El primero, y más importante, es que a diferencia de otros lugares donde el sistema de transporte público es estatal y puede aplicarse ese criterio, acá pertenece a centenares de empresarios. ¿Quién dejaría de ganar si un pasajero que toma el tren en una localidad del segundo cordón del conurbano paga sólo el primer boleto? Nadie se quiere hacer cargo.

El otro punto es tecnológico. Las tarjetas que utiliza el SUBE, que llegaron y se instalaron como una gran solución para el pago, no permiten grabar más de dos celdas. La primera se utiliza para grabar las cargas que cada usuario le hace y administrar los viajes. La segunda, por ejemplo, se usará ahora para que sepa que ese pasajero tiene tarifa social. No se puede grabar nada más, por ahora.

Dietrich sabe que desarmar el sistema de subsidios a los colectivos llevará años. Cuando aún no era ministro se lo escuchaba decir que trataría de bajar el cheque a la mitad en cuatro años. Hoy inició el camino, con el agravante de tener que subir la tarifa sin poder nada a cambio. Las mejoras en el servicio, si llegan, tardarán años. Mientras tanto, todo es costo, tanto para los pasajeros como para el Gobierno.

Fuente: Lanacion.com

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