sábado, 28 de octubre de 2017

El ferrocarril, un símbolo de desarrollo que en Latinoamérica se ha menospreciado



Todos los países desarrollados reconocen en los ferrocarriles o en los sistemas ferroviarios una parte muy importante de su crecimiento y de su competitividad.

Si vemos por ejemplo la historia de los Estados Unidos, su momento más épico en el siglo XIX fue la construcción del ferrocarril transcontinental. Este primer ferrocarril, promovido por el presidente Abraham Lincoln, requirió hazañas enormes de ingeniería y trabajo para cruzar llanuras y altas montañas y así unir el este con el oeste. Costó mucha sangre y muertes por su complejidad pero​ sirvió como un enlace vital para la industria, el comercio y los viajes. Se convirtió en el eje principal. Hoy es el sistema más extenso del mundo con 250.000 kilómetros y las líneas de transporte de mercancías constituyen alrededor del 80% de la red ferroviaria total del país.

Lo mismo podemos decir del enorme impacto en el desarrollo industrial en países como Austria, Alemania o Suiza y en general en la Unión Europea, donde si se suman todos los kilómetros construidos podría ser la segunda red del mundo con 236.000 kilómetros.

El hecho de que un sistema tenga cerca de 250 años sin registrar una evolución significativa –vale decir que ha mejorado la electrónica y la eficiencia de los motores, pero el principio sigue siendo el mismo de ese primer tren a vapor en 1771- es evidencia de que ha sido un gran sistema.

Pero además es un sistema muy económico para el transporte de la carga y por ello la relación con el factor competitividad es directa. Si un país puede transportar sus exportaciones o traer materias primas a precios bajos dentro del país en un sistema férreo, ello aumenta inevitablemente la productividad y competitividad.

Pero los países latinoamericanos, en su mayoría, han menospreciado el valor estratégico de los sistemas ferroviarios. Con excepción de Argentina, Brasil y México, que tienen hoy las redes más extensas –entre 36.000 y 26.000 kms- lo de los demás países es penoso.

Quizás uno de los peores casos es el de Colombia. Allí dejaron acabar el sistema ferroviario. La industria automotriz tuvo tanta influencia en su momento que debilitó el ferrocarril imponiendo una mirada hacia el futuro de construcción de vías y promoción del carro sobre la red ferroviaria. Grave error histórico.

El país ha pagado tal despropósito con su precaria competitividad. Hoy, por ejemplo, un envío de mercancías de Hamburgo a Cartagena vale la tercera parte de lo que vale ese envío de Cartagena a Medellín, en el mismo país. Es entonces una relación desigual.

Recuperar esa red ferroviaria es hoy complejo para los colombianos, ya que tiene mucho que ver el tema geológico. Hay barreras o fallas porque la vía se la llevó un río o un derrumbe. Si antes fue un asunto épico como en Estados Unidos por la geografía compleja, hoy es además muy costoso. Adicionalmente no ha habido voluntad política de recuperarla.

Dirán algunos lectores colombianos que se están haciendo esfuerzos. Sí, pero el problema de esos proyectos actuales es que en su mayoría son concesiones adjudicadas de una manera apresurada. Hay que reconocerlo, que en muchos casos esas concesiones recuperan aquellos elementos que les generan ingresos, pero aquellos otros que no genera tantos ingresos, no se les pone el mismo empeño.

Conozco directamente el caso de empresas que debieron hacerse socias del negocio de las concesiones para poderlas hacer eficientes y así poder transportar su productos en vías ferroviarias. Sin ser el “core” de su negocio, la urgente necesidad de mover a menor precio sus cargas, los obligó.

Es imperativo trabajar en nuestro continente latinoamericano por fortalecer este sistema de transporte. Es necesario y urgente. Ya hemos perdido mucho tiempo. No es casual que los grandes países latinoamericanos son aquellos con las mejores redes ferroviarias. El tren es un símbolo de desarrollo y competitividad. Y también tiene una cualidad ambiental: hoy los sistemas ferroviarios son los menos contaminantes, son locomotoras diesel pero que convierten la energía en eléctrica y cada vez es más simple pasarlos a sistemas eléctricos completos. Latinoamérica necesita más trenes. No tengan la menor duda.

Fuente: http://la.network/el-ferrocarril-un-simbolo-de-desarrollo-que-en-latinoamerica-se-ha-menospreciado/

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