jueves, 5 de noviembre de 2015

Aquel Tren del Alba, cargado de rebeldía

Por : Daniel Enzetti
Un testigo directo revela detalles y anécdotas sobre el origen de una travesía que le puso fin al ALCA.

Miguel siempre recuerda la misma anécdota, que uno nunca se cansa de escuchar. Será porque cada vez que la trae, la macera con ingredientes distintos. Gestos, exageraciones, un toque de ficción que la hace entretenida. Es como si mantuviera inalterable la columna vertebral de lo que en realidad pasó en un instante en el que la historia lo eligió como protagonista, y adornara eso con destellos geniales de imaginación y creatividad ahí mismo, mientras las palabras le salen a borbotones, sabiendo que la ronda de escuchas que se arma alrededor quiere más. Como en un circo romano.


Aquel Tren del Alba, cargado de rebeldía y con rumbo a la historia

Sábado 24 de mayo de 2003, a la noche. Tarde para que un periodista escriba la nota que saldrá al día siguiente. Pero Miguel siempre fue así, pedidor de favores a los jefes de redacción ("Aguantame, ya te la mando. Me pasé 2000 caracteres, pero no la cortes porque está buena"), que tenían a la imprenta maldiciéndolos porque no le pasaban las páginas terminadas del diario, publicó Tiempo Argentino.

Suena el teléfono en el aguantadero de la calle Uriarte, dos plantas que durante mucho tiempo funcionaron como la casa de Bonasso, pero también como sede para asambleas barriales, comando de operaciones políticas, redacción de libros de investigación, asados con amigos y desfile de glorias del pensamiento nacional. Una especie de romería hermosa, con entrada y salida constante de militantes, funcionarios, escritores, resistidores peronistas, perros y gatos (sobre todo gatos, Anita De Skalon, su entonces mujer, tenía como veinte).

Del otro lado de la línea, la voz del embajador cubano Alejandro González Galeano, que le dice, con tono divertido: "Te pongo con un amigo." Y por fin, el instante en que la historia lo elige como protagonista: "¿Qué tú estás haciendo en este momento?", le pregunta Fidel, la historia. "Yo no quiero perjudicar tu trabajo. La culpa la tiene el embajador, porque yo le dije: 'Chico, a lo mejor tiene algo que hacer y lo estamos fastidiando.' Tú dime, tranquilo, a qué horas terminas tu nota y te vienes con Anita a cenar con nosotros aquí, al hotel este americano donde estamos. ¿Y qué tú comes? ¿Eres fanático de la carne o te gusta como a mí la merluza?"

En esos días, Castro pisaba la Argentina por tercera vez, en una visita que dejó un discurso memorable frente a las escalinatas de la Facultad de Derecho, y una también memorable irrupción en el Hyatt, cuando el comandante, engañando a los 100 invitados especiales que lo esperaban para un brindis en el comedor del hotel, se apareció de repente desde una puerta trasera de la cocina, trepó con la agilidad de un revolucionario a una mesa, y empezó a sacar fotos a los asistentes.

Podría decirse que el germen del Tren del Alba fue aquel llamado telefónico. El momento en que, sin saberlo, algunos empezaron a imaginar la manera de expresar que desde la asunción de Néstor Kirchner el país no se paraba de la misma manera frente a la hegemonía norteamericana. Una movida que el 4 de noviembre de 2005 dijo "No al ALCA" en la Cumbre de Presidentes de Mar del Plata, llenó el estadio de fútbol de la ciudad y marchó por las calles ocupadas de marines celosos por la seguridad de George Bush, para gritar el “¡Alcarajo!” que inventó Hugo Chávez.
El Marplatense del General

La idea de un tren que ese día llevara a gente de la cultura, organismos de Derechos Humanos, dirigentes sociales y periodistas al acto en la cancha, horas antes de las intervenciones oficiales de la Cumbre, era buena. Pero faltaba el tren. En Uriarte alguien dijo "¿por qué no El Marplatense?", una formación de acero inoxidable que Perón había inaugurado en 1951 como transporte de lujo, abandonada por el menemismo en tiempos de cierre de ramales, y que terminó acondicionándose para el viaje.

En general, la organización de las actividades se bancaron con aportes de las embajadas cubana y venezolana: 450 mil afiches en Mar del Plata y Buenos Aires, micros para militantes, pecheras rojas de “Stop Bush”, postales, seguridad.

“¿Y si subimos a Diego?”. Una tarde, mientras chequeaba la lista de pasajeros, Miguel miró al que hablaba desde el living. “¿Qué Diego?”. Era simple: si el mejor amigo argentino de Fidel era Bonasso, y Maradona lo tenía a Castro allá arriba en el pedestal de sus más admirados, era muy probable que El Diez aceptara, si Fidel se lo pedía. “Habría que conectarse con los prensa de Diego, llamemos a la producción”, soltó Miguel. Maradona conducía su programa de televisión, y era como se suponía: dijo que sí no bien el comandante se lo propuso.

Evo Morales, un dirigente indígena con ganas de ser presidente de Bolivia, fue otro de los convocados para subir a la formación. En esos días de noviembre paraba en el Hotel Bauen, uno de los “centros de operaciones” de la contracumbre, además de Uriarte.

Pero la noche anterior a la salida de El Marplatense se había quedado sin habitación. Bonasso terminó dándole una cama marinera en el primer piso de la casa, pidiéndonos que fuéramos a la esquina a comprar comida para hacerle una “picada argentina” de urgencia, eligiendo a Franco Granatta –un amigo militante de ATE– para que lo acompañara a todos lados, y pactando con Juan Manuel Abal Medina, después embajador en México, que lo llevara a Constitución el 3 de noviembre a la noche.

El Tren del Alba salió de esa terminal a los diez minutos del día 4, hace una década, después de una conferencia de prensa con medios de todo el continente encabezada por Bonasso y Maradona. Y del baile de Los Amantes de La Boca, la murga que hizo cordón para los pasajeros: Juanse, el gran editor nacional Arturo Peña Lillo, Manu Chao, Emir Kusturica –que filmó momentos para su película sobre el diez–, Luis D'Elía, Mirta Busnelli, Ariel Basteiro, Teresa Parodi, Gustavo López, el jurista Beinusz Szmukler, Tristán Bauer, Juan Cabandié, Víctor Heredia, Leonor Manso, Luis Farinello, Edgardo Esteban, Sandra Russo, y decenas de periodistas, artistas y cuadros de varias organizaciones, como la CTA de Hugo Yasky y la Federación Gráfica Bonaerense de Raimundo Ongaro.

Gabriel Vidal fue el responsable de la seguridad, a la que aportaron la rama telefónica de Osvaldo Iadarola y varios camioneros grandotes. Vidal recuerda la llegada de Maradona a Constitución como un capítulo aparte: "Era imposible traer a Diego en un auto, porque se iba a filtrar a la prensa y todo se transformaría en un caos. Entonces, se nos ocurrió esconderlo en una camioneta oficial de los Bomberos Voluntarios de La Boca. Lo metimos en el salón de la conferencia por un costado, y después también tuvimos que cubrirlo para que subiera al último vagón."
La mano de Fidel

A Castro no sólo le gustó la idea del tren, sino que además le pidió al embajador González Galeano que ayudara en la organización del acto en el estadio. Gran parte de lo que pasó ahí, como las actuaciones de Heredia, Daniel Viglietti, Silvio Rodríguez, Amaurí Pérez y Vicente Feliú, salió de charlas en su casa, de la muñeca política del ministro de Cultura cubano Abel Prieto, y del trabajo del periodista marplatense Alberto Toledo, quien gestionó el uso de la cancha y mandó a comprar la cobertura del césped que el lugar puso como condición para abrir las puertas. Los micros por la Ruta 2, con militantes de sindicatos y organizaciones sociales en general, fueron casi 200.

El Marplatense debió parar dos veces en medio de la nada por amenazas de bomba. Adentro, Juanse jugaba al truco; el periodista Ricardo Ragendorfer no se alejó nunca de la barra del bar, igual que Víctor Heredia; Evo adelantaba lo que después se cumpliría en Bolivia con su llegada al Ejecutivo; los viejos cuadros de los '70 recordaban el avión negro de Perón y un equipo técnico de Tristán Bauer tomaba imágenes para un documental de la Cumbre.

Alberto Pellegrino –"Beto", otro del equipo de Uriarte– coordinó la publicidad gráfica: "Fueron días de una locura total –recuerda–, y de mucho trabajo con las agrupaciones que participaron de la movida en la ciudad. Para colmo, había que sortear la seguridad norteamericana, porque la llegada de Bush motivó que los marines tomaran Mar del Plata como propia.

Las pintadas de repudio, por ejemplo, las hacían compañeros que vivían dentro de la zona de seguridad del hotel destinado a la cumbre de presidentes." Y agrega. entre risas: "En Constitución, antes de la salida del tren, se nos perdieron los dos colaboradores que habían viajado con Evo desde Bolivia, tuvimos que salir a buscarlos con la locomotora en marcha."

Cuando el tren estacionó, a eso de las 8 de la mañana, Maradona intentó salir, pero la gente se le vino encima. La organización bajó todas las cortinas de las ventanillas, y lo llevó por el interior hasta la cabeza de la formación. Diego "escapó" camuflado en una camioneta de la policía, directamente al estadio.

En el mundialista de Mar del Plata, debajo de una llovizna molesta que llegó de madrugada y acompañó toda la marcha, 40 mil personas escucharon a Chávez regalar uno de los discursos más encendidos de su vida. En pocas horas más, durante la Cumbre oficial, lo vería al diablo, y estaría obligado a saludar a presidentes como Vicente Fox, el mexicano servil que en aquel encuentro se ganó el premio al mejor empleado de Washington.

Pero en la platea, rodeado por Hebe de Bonafini, Adolfo Pérez Esquivel y las Madres, se puso el mameluco de sepulturero: "Cada uno de nosotros tiene hoy una pala, porque vinimos a esta ciudad a enterrar definitivamente al ALCA."

Abrazó a Lazarito, entonces un niño militante cubano que gritó al pueblo argentino su saludo en nombre de la Revolución; le preguntó a Evo qué recordaba de su viaje en el tren y contó que minutos antes, en una comunicación telefónica con Fidel, lo había retado a organizar un partido de fútbol Venezuela contra la Isla… pero con Maradona jugando para la vinotinto.

En un momento, el comandante miró a Blanca Chancoso, la histórica dirigente indígena del Ecuador. Y recordó que de chico los indios le habían enseñado un método infalible para espantar a la lluvia. Chávez sopló tres veces para arriba, apuntándole al cielo. Y las nubes se corrieron
El chiste de Perón a Chávez

El 4 de noviembre a la noche, mientras Miguel Bonasso y la banda que él había bautizado como “La Orga” desarmábamos las valijas del viaje a Mar del Plata, sonó el teléfono. Del otro lado, un acento caribeño de alguien que se presentaba como “el secretario del comandante Chávez” quería invitarlo a Bonasso a una cena para el día siguiente, en agradecimiento por la organización del Tren del Alba, y las actividades de la contracumbre. Así que el desarme se convirtió otra vez en preparativo para volver a la costa al día siguiente: una comida en el complejo del Banco Credicoop, en Chapadmalal.

Chávez fue en ese encuentro, obviamente, el imán al que se pegaron todos con una devoción difícil de explicar. Bailó con las chicas de la cocina, cantó tangos, saludó uno por uno a los que se le acercaban mirándolo como a un tótem, y bromeó con Abel Prieto, cuando se enteró que al ministro de Cultura cubano le decíamos "Pocho la Pantera", por su corte de pelo y su increíble parecido al bailantero.

Cuando entró al salón, y vio que todos lo aplaudían, él empezó a aplaudir a los demás, y se abrazó a Ricardo Alarcón, el mítico presidente de la Asamblea Nacional de Cuba, que en un momento lo chicaneó por la manera en que Venezuela se jactaba de sus barriles petroleros: “Chico, ustedes, mucho oro negro, pero nunca tendrán habanos como este”, lo desafió, mostrándole un Cohiba 5.

De repente, se escucha: “Hugo, pídale a Miguel que le haga a Perón”. Y entonces aparece un Perón imaginario, en la voz afónica de Bonasso, que cuenta chistes del entonces presidente de México, Vicente Fox, recordado por su servilismo a Estados Unidos, pero sobre todo por sus torpezas en público. “¿Por qué Washington le dio a Fox no una medalla, sino dos?”, preguntó a los presentes el imitador del General. “Una por pendejo, y la otra por si la pierde”, remató.

Fuente: http://www.infonews.com/nota/261272/aquel-tren-del-alba-cargado-de-rebeldia-y-con-rumbo-a-la-historia

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